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T’anta Wawa: el pan ritual que une a vivos y muertos cada 2 de noviembre- Especial – PerúInforma

En los Andes peruanos, el Día de los Difuntos se celebra con T’anta Wawas, panes con forma de niño

T’anta Wawa: el pan ritual que une a vivos y muertos cada 2 de noviembre- Especial – PerúInforma


En los Andes peruanos, el Día de los Difuntos se celebra con T’anta Wawas, panes con forma de niño que simbolizan el alma del ser querido y la continuidad de la vida.

Por Sofía Saturno

Cada 2 de noviembre, mientras en muchas partes del mundo se encienden velas en silencio, en los Andes peruanos se hornean panes con forma de niño. Son las T’anta Wawas, figuras comestibles que condensan siglos de memoria, afecto y resistencia cultural. Su nombre proviene del quechua: t’anta (pan) y wawa (niño), y su presencia en el Día de los Muertos es tan vital como las flores o las oraciones.

Estas figuras de masa dulce, decoradas con azúcar, anís, colorantes naturales y a veces rellenas de manjar blanco, no son simples alimentos. Representan el alma del difunto, el vínculo entre generaciones y la promesa de que la muerte no rompe los lazos, sino que los transforma. En algunas regiones, se les coloca caritas de cerámica, vestiditos de tela y hasta nombres escritos en la frente, como si fueran pequeños altares portátiles.

La tradición de la T’anta Wawa tiene raíces prehispánicas. Los pueblos andinos ofrecían alimentos a sus muertos como gesto de reciprocidad. Con la llegada de los españoles, esta práctica se fusionó con el culto cristiano a Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, dando lugar a una celebración sincrética que hoy se vive con intensidad en regiones como Cusco, Ayacucho, Arequipa, Puno y Huancavelica.

En estos lugares, las familias acuden al cementerio con T’anta Wawas, frutas, chicha, flores y platos típicos. Las colocan sobre las tumbas, las comparten entre vecinos y las intercambian como gesto de afecto. En algunos pueblos, se organizan ferias, concursos y misas donde el pan se convierte en protagonista ritual. Para los niños fallecidos, se elaboran T’anta Wawas más pequeñas; para adultos, panes en forma de caballos, escaleras o ángeles, que simbolizan el viaje al más allá.

La antropóloga Carmen Escalante señala que la T’anta Wawa no solo representa al difunto, sino también al hijo que se espera, al niño que se perdió, al vínculo que se quiere preservar. “Es una forma de abrazar con pan”, afirma. En ese sentido, el acto de hornear, decorar y regalar estas figuras se convierte en un ritual de sanación colectiva.

En mercados tradicionales como San Pedro (Cusco), San Camilo (Arequipa) o Belén (Ayacucho), las T’anta Wawas se exhiben desde fines de octubre. Algunas llevan trenzas, sombreros, pañuelos o bordados que reflejan la identidad local. Otras se venden con mensajes como “Te extraño, abuelita” o “Gracias por tu luz”, convirtiéndose en vehículos de expresión emocional.

La elaboración de estas figuras también tiene un componente económico. Panaderos, artesanos y comerciantes encuentran en esta fecha una oportunidad para ofrecer productos que combinan arte, tradición y sustento. En algunas comunidades, se organizan mingas (trabajos colectivos) para preparar las T’anta Wawas en hornos comunales, reforzando el sentido de comunidad.

En el ámbito educativo, varias escuelas rurales integran la elaboración de T’anta Wawas en sus actividades pedagógicas. Los niños aprenden sobre la historia de la tradición, decoran sus propias figuras y las llevan a casa como ofrenda. Este proceso fortalece la transmisión intergeneracional y el respeto por las costumbres locales.

Aunque la globalización ha traído nuevas formas de celebrar el Día de los Muertos, la T’anta Wawa resiste como símbolo de identidad. No compite con disfraces ni calaveras de plástico: ofrece una experiencia íntima, artesanal y profundamente simbólica. Es pan, pero también es cuerpo, memoria y afecto.

En tiempos de duelo colectivo, como los vividos durante la pandemia, la T’anta Wawa ha recuperado fuerza como gesto de homenaje. Muchas familias que no pudieron despedirse de sus seres queridos encontraron en este pan una forma de cerrar ciclos, agradecer y seguir adelante.

La celebración del Día de los Muertos con T’anta Wawas nos recuerda que la muerte no es solo ausencia, sino también presencia transformada. Que el pan puede ser abrazo, que el ritual puede ser resistencia, y que la memoria se alimenta, se comparte y se hornea con ternura.



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